miércoles, 14 de marzo de 2012

TRAVESURAS PELIGROSAS

Preciosos días soleados los que nos está dando esta semana. Ayer a mediodía estuve en el parque leyendo un nuevo libro y la verdad es que pude disfrutar cómo no lo hacía hace mucho. Hoy el día pinta parecido, así que volveré a aprovechar, que seguro que cuando llegue el fin de semana se estropea el tiempo y ya no se puede.

Hace tiempo que me lo estoy planteando, pero creo que ¡¡tengo que ponerme a dieta ya!! Bueno, no sé si exactamente a dieta, pero desde luego tengo que volver a empezar a cuidarme un poco; en los últimos meses me he movido bastante menos y no he tenido mucho cuidado con la alimentación,…. Y eso se termina pagando.
Últimamente noto como la ropa me aprieta y eso me incomoda bastante, así que tendré que comenzar de nuevo con los buenos hábitos.

No se trata de perder una barbaridad de kilos, pero sí unos 4 o 5, que es con los que yo me siento más a gusto. Lo que no quiero en absoluto es obsesionarme con ello, ni, por supuesto hacer tonterías. Las tonterías ya la hice hace mucho y como en otras cosas,….. Tuve mucha suerte.

Tenía unos 15 años y un terrible complejo de gorda. La verdad es que flaca no estaba, nunca lo he estado, pero creo que tampoco era para tanto; mido 1.70 mts y llegué a pesar 73 kgs. En clase, a veces notaba como se reían de mi (y de alguna otra también) y eso a mi me hundía enormemente.
Una vez, mientras intentaba resolver un ejercicio de matemáticas en la pizarra, alguien soltó una tontería y todos reímos, yo me giré y miré a la clase mientras seguía riendo, entonces uno dijo: “Mira, ¡¡la vaca que ríe!!” y toda la clase siguió con la risa.
Tras aquel ridículo delante de todos, decidí que nunca más me pasaría algo así. Iba a perder peso costase lo que costase y lo tenía decididísimo.

Por aquel entonces, mi ama estaba aún con la típica manía de las madres de que tienes que comer bien, de todo, etc. Además, en casa de mis padres, de siempre, las raciones han sido bastante generosas, por lo que a ese ritmo era muy difícil conseguir mi reto.
Lo bueno, es que no lo tenía tan complicado; comía toda la semana en el colegio y cuando salía, siempre tenía clases a las que asistía, por lo que no llegaba a casa hasta la noche.

Fue bastante fácil adaptarme a mi nuevo propósito y lo tenía todo muy bien organizado:
Por las mañanas era la que más madrugaba en casa para poder coger el tren, así que nadie me veía desayunar….. Y el desayuno iba a la papelera que hay junto al portal.
A mediodía en el colegio era aún más fácil, ya que siempre puedes decir que no te gusta o encontrar a alguien encantado de que le “cedas” tu ración.
La tarde me la pasaba de una clase a otra, por lo que estaba entretenida.
Finalmente, por la noche, cuando llegaba a casa, alegando el haber comido un montón durante el día, procuraba cenar lo mínimo posible que me exigía mi ama.

Pasé días enteros en los que mi único alimento era una manzana, o una simple naranja. Pero ¿qué pasaba los fines de semana? El fin de semana era mucho más difícil saltarse las comidas con gente alrededor, pero al final siempre se busca la trampa;

En el desayuno procuraba quedarme sola para poder tirar lo máximo posible. Mi día favorito era en el que me levantaba y estaban haciendo la compra,…. Ese día ya estaba solucionado el trámite del desayuno.

En la hora de comer, generalmente, tocaba discusión; ama siempre me servía más cantidad de la que yo consideraba que era una ración normal, así que le reprendía hasta que conseguía que al menos me quitase un poco. Aún así, raro era el fin de semana en el que no me empachaba.

La cena procuraba hacerla “ligera”. Nada de embutidos, pan o grasas, mejor fruta o como mucho y vaso de leche con un par de galletas (de las mismas que cada mañana tiraba a la papelera).
Como buena controladora, llevaba una libreta donde anotaba cada uno de los alimentos que comía y siempre calculaba al lado las calorías que había ingerido. Un buen método para no pasarse ni un pelo. Aquellos días en los que las calorías superaban las 500 era un “día de castigo”, es decir, aquel día había que ingerir lo mínimo posible, o mejor dicho, sólo a lo que te veías obligada por las circunstancias.



Nunca practiqué el vómito. Me parecía un método sucio y poco legal. Si se trataba de perder peso había que hacerlo a través de una “dieta”, pero nunca inflándose a comer para tirarlo después. Creo que en el fondo, lo que mi cabeza razonaba por aquel entonces era que, a poco rato que el alimento estuviese en mi cuerpo, seguro que dejaba grasas y calorías de esas que sobraban de todo lo que comía. Yo prefería no comer, era más limpio, más “sano” y sobre todo, más silencioso.

Comencé a perder peso, pero yo sólo lo notaba en la ropa. Veía que me quedaba más holgada, pero cuando me miraba al espejo….. Veía a la misma de siempre L
Era invierno, por lo que no se notaba mucho la diferencia. Además poco a poco me fui adaptando y haciendo ver en casa que mis hábitos alimenticios habían cambiado, por lo que era más fácil comer cosas más ligeras o incluso menos cantidad.

En el colegio “comía” todos los días de lunes a viernes y los viernes terminábamos la semana justo después de comer, así que yo, directamente, los viernes, me iba sin pasar siquiera por el comedor.
Cuando acababa la evaluación, la entrega de las notas nos la hacían un viernes en el comedor, así que yo normalmente, no las recogía hasta el lunes. Al tutor le decía que prefería comer en casa, y en casa decía que ya había comido en el colegio ¡¡qué fácil!! ¿verdad?

El problema lo tuve el día que a mis padres les tocó ir a hablar con el tutor. Hablaron de cómo iba en clase, de las notas, del comportamiento, etc. Y no había ningún problema sino todo lo contrario, era de las mejores en clase a todos los niveles, pero hablando, hablando, salió el tema de la comida de los viernes….. Me descubrieron y además no me dijeron nada para observarme lo que hacía L

Pocos días después, Ibai, mi hermano, encontró mi libreta, esa en la que yo anotaba lo que había comido……. Intenté hacer creer que eran sólo anotaciones aleatorias de comidas y que nada tenían que ver con lo que comía cada día (aunque cada hoja llevase una fecha en la cabecera ¡¡qué pardilla!!).  Reprendí a Ibai por haber mostrado su hallazgo y él lloraba mientras decía; “Es que yo no quiero que tú te mueras. Y si no comes te morirás”….. Pobrecillo…..

Desde entonces, cuando me levantaba por las mañanas siempre había alguien conmigo o pululando junto a mi. En el colegio, el tutor observaba siempre si comía o no y por las noches siempre tenía que cenar lo mismo que todos. Creía que sospechaban algo, pero no que lo sabían, así que no le daba demasiada importancia, pero al final la situación se fue haciendo insostenible y todo saltó:

Sabían lo que había estado haciendo y por eso tomaron medidas. Yo por el contrario, estaba completamente frustrada y cegada por mi misión: tenía que adelgazar y con ese plan no lo conseguiría. Tuve varias discusiones con mi ama en las que ella quería hacerme razonar y explicarme que podía comer sano y ligero, pero que no podía dejar de comer. Yo no lo entendía. Para mi, cualquier alimento que no fuese fruta o verdura era una bomba de calorías que yo no me podía permitir, así que al escuchar de la boca de mi ama frases como: “Tienes que comer lentejas que tienen mucho hierro”, lo único que mi cabeza procesaba era “KILOS” y le decía cosas como “Tú lo que quieres es verme gorda como una vaca” o “Tú no me quieres”. Frases muy crueles que se hubiesen merecido un buen sopapo para espabilarme,… Pero incluso ahí tuvieron paciencia conmigo.

Llegaba ya la primavera y con ella, el cambio de vestuario. Durante el invierno había pasado mucho frío (supongo que debido a la no alimentación), por lo que siempre llevaba varios jerséis. Una de las veces que mi ama me vio sin tanta ropa mientras me probaba un pantalón de verano, se quedó asustada y rápidamente vino hacia mi. Ese es uno de los momentos que más tengo grabado en mi recuerdo:

-          ¿Pero has visto cómo te queda la ropa? Parece que la hayas heredado
-          Me queda fatal ¿verdad? Es que estoy gorda……….

De verdad que cuando yo miraba aquel espejo, lo que veía era que estaba gorda. Aquel conjunto marinero me sobraba por todas partes y yo lo único que veía en el reflejo era a “la ballena azul”.
Tengo grabada la imagen de lo que yo veía y afortunadamente, tengo fotos de lo que de verdad era,….. ¿Cómo puede la mente engañarnos así? ¿No es curioso que nosotros mismos seamos capaces de dañarnos a través de nuestra propia mente?

La evidencia no daba lugar a equívocos, la báscula no deja que eso pase: habían pasado 3 meses y yo pesaba apenas 55 kgs……..
Me obligaron a realizarme analítica completa para ver cómo estaba y en lo que el desfase cometido me había afectado…… Como muchas otras veces, por lo que estoy dándome cuenta al escribir, tuve mucha suerte y lo único que tenía era un poco de anemia, lo mínimo después de las burradas cometidas.

La sociedad es cruel, y con mi “nuevo aspecto” todos me decían lo guapa que estaba y lo bien que me había venido perder peso. A mi todo aquello me hacía mucha ilusión, pero hoy, desde donde estoy, sé que no era feliz. La gente me aceptaba mejor, pero yo me seguía viendo igual,…… La que me rechazaba era yo, y de poco servían los halagos de los demás.

No mucho antes había pasado por una situación bastante dura en la que me había quedado sola, sin nadie con quien salir a divertirme y todo, por no querer beber alcohol y fumar. Completamente rechazada, primero por sosa y después por gorda,….. Pero sé que en el fondo de todo, el problema lo tenía yo conmigo.

Hay que aprender a valorarse por lo que uno es, no por lo que le gustaría, o por lo que quiere hacer ver a los demás que es. Si no estás conforme contigo, analízate, compréndete y evoluciona. Sólo de ti depende el crecimiento espiritual. Yo entonces no lo sabía ni lo entendía, pero hoy por hoy, creo que tengo completamente superado todo eso.

O casi todo, reconozco que tras estos sucesos mi estómago es mucho más sensible a ciertos alimentos, sobre todo las grasas y los especiados. Si como de este tipo de cosas mi acidez de estómago es tal que parece que vaya a sacar fuego por la boca como los dragones de los cuentos de princesas ;)  jejejejeje

Esa fue la época en la que dejé de comer ciertos alimentos como el chocolate, el chorizo, las aceitunas, la pipas….. Primero fue por la cantidad de calorías que una pequeña cantidad contenía (no compensaba para lo poco que llenaban), pero finalmente, tras mi “deterioro” estomacal, observé que son alimentos que no me sientan nada bien y que además no extraño en absoluto en mi día a día.

En fin, esta pequeña locura duró en total unos 6 meses y creo que tuvo un final mucho más suave de lo que podía haber sido. Por eso, desde ese momento, tengo muy en cuenta este tipo de trastornos. Sé lo que se siente, lo que se vive e incluso lo que se ve cuando uno está inmerso en un problema de estos y sé también que es muy difícil salir solo. ¡¡Menos mal que cuando de verdad lo necesito, siempre cuento con un apoyo!!

Como he dicho otras veces, de los errores se aprende, y yo sé que esto no solo no me volverá a pasar, sino que además, si le ocurre a alguien de mi entorno, sabré verlo y ayudarle J  Esta es una de las veces en la que la experiencia es un grado J

2 comentarios:

  1. Hacia tiempo que no te leia, ya he conseguido ponerme al dia!
    bien!!
    esto engancha cada vez más, gracias de nuevo por compartir...

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    1. Me alegro de que sigas disfrutando con mis historias.
      Muchas gracias. Bss

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