La verdad que
hacía mucho que no pasaba algo así. Normalmente soy más de quedarme enganchada
del cuello por dolor de cervicales, pero de las lumbares hacía mucho que no me
pasaba. Creo recordar que la última vez que me pasó fui a un especialista de la
misma empresa en la que estaba trabajando durante mi “exilio”.
Tenía sus
ventajas trabajar en una empresa en la que tienes descuentos en todos los
establecimientos de la empresa y tiene todo tipo de instalaciones para el ocio
y tiempo libre. Por eso aproveché a ir al fisioterapeuta cuando me sucedió.
Bueno, por eso y porque tardaba en llegar de mi despacho a su consulta unos 3
minutos andando, en cambio para ir a cualquier otro, necesitaba el coche, una
media hora de viaje y cita previa.
No era tan malo
estar en aquel complejo turístico, por lo menos al principio; había trabajo
bien remunerado, buen clima y mucha gente a la que conocer. Al final éramos
como una gran familia, o mejor dicho, una familia ENORME.
Unas 1000
personas convivíamos a diario en aquellas instalaciones. Cada uno en su
departamento, pero todos terminábamos conociéndonos y más a los de mi
departamento; el Departamento Comercial.
Éramos los que
tratábamos con todos los demás; hostelería, turismo, obra, servicios, etc. Y no
éramos tantos, por lo que a nosotros sí que nos conocían todos los demás. He de
reconocer que los comerciales éramos los “niños bonitos” comparados con el
resto de empleados. Nunca lo vi del todo justo, pero era así.
Según la
filosofía de la empresa, todos los departamentos iban unidos para completar un
fin. Según ellos, el fin era vender apartamentos. A mi forma de verlo, el fin
era dar un servicio. La empresa contaba con todo tipo de profesionales (una
forma de denominarlo) en todos los sectores y a pesar de que en aquel momento
el boom lo vivía el departamento comercial inmobiliario, el resto de
departamentos y trabajadores influían en el resultado final con el cliente.
Todo estaba
unido y si uno lo hacía mal, el trabajo del resto podía quedar invalidado, por
lo tanto, el trabajo de cada uno era tan importante como el del otro para poder
tener a un cliente satisfecho. Por eso creo que todos los departamentos eran
importantes para que el nuestro funcionase bien, y así lo hacía.
Durante años
fuimos líderes en venta de apartamentos, pero no así en calidades y acabados.
La mentalidad de trabajo de la costa levantina no tiene nada que ver con la de
la cordillera cantábrica. La palabra, la confianza y el buen hacer se
convierten en humo una vez te adentras en la Comunidad Valenciana.
Es como las mundialmente conocidas “Fallas”; todo es muy bonito, vistoso y
aparente,…… Pero al final no deja de ser cartón piedra y por lo tanto….. HUMO
:P
El éxito de
nuestro producto era importante y el proyecto iba creciendo mes a mes. En todas
las ferias inmobiliarias, así como turísticas estábamos una “manada” de
comerciales “despachando” apartamentos. Había ferias en las que se vendían 150
apartamentos como la cosa más normal de mundo. Un edificio de 250 - 300
apartamentos nos duraba a la venta, como mucho, un par de meses, así que cada
vez se construía más rápido; pero no con más personal, sino con peores
acabados.
Se trabajaba tan
rápido que nunca daba tiempo a rematar, a probar, a asentar y muchas veces, ni
a terminar. El día que el cliente estaba escriturando aún se estaba trabajando
en su vivienda, incluso después de escriturarla, cuando la vivienda ya era de
su propiedad, esta estaba llena de trabajadores “rematando” el apartamento.
Había clientes
que se quejaban de todo esto (¡¡lógico!!), pero al final la cosa no iba a
mayores, ya que estaba todo muy bien organizado para poder agasajarlo para que
no pusiesen reclamación alguna; invitaciones para comer, para hoteles, reformas
gratuitas en la vivienda, etc. Dependiendo del fallo y sobre todo de la
insistencia o mala leche del cliente. Pero no pasaba nada ¡¡había vacas
gordas!! Así que al cliente lo que pidiese…… A los empleados ya era otro tema
aparte.
En aquellos años
conocí cientos de personas; algunas más y otras menos, todos diferentes con problemas, costumbres, hábitos y maneras de pensar. Con todo esto se aprende bastante sobre las
relaciones sociales y a saber diferenciar entre la amistad, el compañerismo y
las relaciones laborales. Durante aquella temporada conocí a gente de lo peor,
así como personas a las que me alegro tremendamente de haber conocido, como por
ejemplo a Iratí. Esas son de las cosas que han valido la pena a pesar de todos los
malos momentos allí vividos.
Siempre hablo de
mi exilio, pero también he dicho siempre que la decisión de trasladarme a vivir
allí, la tome yo. Todo pintaba bien y parecía una buena oportunidad de
prosperar, además de la posibilidad que por aquel entonces tanto me apetecía
que era poder vivir con Antonio, así que tampoco lo pensé mucho.
Por primera vez
iba a vivir por mi cuenta e iba a ser responsable de mi casa. Ya había vivido
fuera de casa de mis padres, pero nunca con tanta responsabilidad. Me sentía
bien, por fin adulta y con “mi vida” por delante y quizá hice muchas cosas mal,
o al menos no todo lo bien que podía haberlas hecho,…… Pero no me arrepiento de
nada. Cada error me ha dado un escarmiento, una lección, y cuanto más grande ha
sido el error, más duro ha sido el escarmiento y más hondo me ha calado la
lección. La vida es la mejor universidad…… ¡¡Y yo tengo un master!! J
Al hacer “mi
vida” comencé un nuevo camino por el que aprender de nuevo a vivir. Ya no hay
unas normas establecidas de cómo debes hacer tus cosas, o de cómo tienes que
comportarte. No se trata de perder las formas, no me refiero a la educación o
las relaciones con los demás, sino más bien a no tener que seguir estando
“sometido” a esas frases que siempre tanto me han molestado y que seguro que
más de uno las ha “sufrido” tanto como yo. Esas que a casi todos los padres les
encantan:
“Las cosas aquí
se hacen así porque yo lo digo”, “Mientras vivas en mi casa harás lo que yo te
diga” o “Cuando tengas tu casa haces lo que te dé la gana”.
Esas odiosas
frases, o mejor dicho, esas frases dictatoriales, por fin pudieron ser
“vengadas” en la primera visita que recibí de mis padres a mi nuevo domicilio.
Mola el regustillo que sientes cuando después de tantos años cumples tu ilusión
y te quitas una de esas espinitas J
La verdad es que
ya ni sé el motivo de estar escribiendo todo esto; tengo que confesar que
empecé a escribir ayer lunes, pero como no me dio tiempo a terminar antes de
irme, sigo hoy por la mañana escribiendo todas estas cosas que me pasan por la
cabeza. También reconozco que no me gusta releer lo que pongo, así que ando un
poco despistada con el hilo de esta entrada,….. Prometo no volver a hacerlo L
Hoy me duele
menos la sobrecarga de ayer, aunque aún camino un poco como las abuelas;
despacio y con el “culo pollo”, es decir, hacia fuera, ya que lo que me cuesta
es ponerme recta, jejejejejeje…… Pero bueno, he cargado con mi mochila y no me
noto que me haya afectado. Es más, ahora mismo me noto mucho mejor, así que con
suerte, al final del día todo será una anécdota.
Bueno, creo que
por hoy ya he perdido bastante tiempo, así que lo mejor va a ser trabajar un
poquito y cubrir los mínimos que me piden, que en estos tiempos no se puede
hacer el tonto con el trabajo y yo la verdad es que no puedo quejarme lo más
mínimo.
Para terminar
quiero mencionar una frase que leí ayer. Es del libro que comento siempre, pero
es que ayer estuve recopilando las frases que subrayé y esta es de mis
favoritas:
“No nos reímos
porque seamos felices, somos felices porque nos reímos”
Así que todos a
sonreír sin parar para encontrar el camino a la felicidad J
:)
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