Hace tiempo que
me lo estoy planteando, pero creo que ¡¡tengo que ponerme a dieta ya!! Bueno,
no sé si exactamente a dieta, pero desde luego tengo que volver a empezar a
cuidarme un poco; en los últimos meses me he movido bastante menos y no he
tenido mucho cuidado con la alimentación,…. Y eso se termina pagando.
Últimamente noto
como la ropa me aprieta y eso me incomoda bastante, así que tendré que comenzar
de nuevo con los buenos hábitos.
No se trata de
perder una barbaridad de kilos, pero sí unos 4 o 5, que es con los que yo me
siento más a gusto. Lo que no quiero en absoluto es obsesionarme con ello, ni,
por supuesto hacer tonterías. Las tonterías ya la hice hace mucho y como en
otras cosas,….. Tuve mucha suerte.
Tenía unos 15
años y un terrible complejo de gorda. La verdad es que flaca no estaba, nunca
lo he estado, pero creo que tampoco era para tanto; mido 1.70 mts y llegué a
pesar 73 kgs. En clase, a veces notaba como se reían de mi (y de alguna otra
también) y eso a mi me hundía enormemente.
Una vez,
mientras intentaba resolver un ejercicio de matemáticas en la pizarra, alguien
soltó una tontería y todos reímos, yo me giré y miré a la clase mientras seguía
riendo, entonces uno dijo: “Mira, ¡¡la vaca que ríe!!” y toda la clase siguió
con la risa.
Tras aquel ridículo
delante de todos, decidí que nunca más me pasaría algo así. Iba a perder peso
costase lo que costase y lo tenía decididísimo.
Por aquel
entonces, mi ama estaba aún con la típica manía de las madres de que tienes que
comer bien, de todo, etc. Además, en casa de mis padres, de siempre, las
raciones han sido bastante generosas, por lo que a ese ritmo era muy difícil
conseguir mi reto.
Lo bueno, es que
no lo tenía tan complicado; comía toda la semana en el colegio y cuando salía,
siempre tenía clases a las que asistía, por lo que no llegaba a casa hasta la
noche.
Fue bastante
fácil adaptarme a mi nuevo propósito y lo tenía todo muy bien organizado:
Por las mañanas
era la que más madrugaba en casa para poder coger el tren, así que nadie me
veía desayunar….. Y el desayuno iba a la papelera que hay junto al portal.
A mediodía en el
colegio era aún más fácil, ya que siempre puedes decir que no te gusta o
encontrar a alguien encantado de que le “cedas” tu ración.
La tarde me la
pasaba de una clase a otra, por lo que estaba entretenida.
Finalmente, por
la noche, cuando llegaba a casa, alegando el haber comido un montón durante el
día, procuraba cenar lo mínimo posible que me exigía mi ama.
Pasé días
enteros en los que mi único alimento era una manzana, o una simple naranja.
Pero ¿qué pasaba los fines de semana? El fin de semana era mucho más difícil
saltarse las comidas con gente alrededor, pero al final siempre se busca la
trampa;
En el desayuno
procuraba quedarme sola para poder tirar lo máximo posible. Mi día favorito era
en el que me levantaba y estaban haciendo la compra,…. Ese día ya estaba
solucionado el trámite del desayuno.
En la hora de
comer, generalmente, tocaba discusión; ama siempre me servía más cantidad de la
que yo consideraba que era una ración normal, así que le reprendía hasta que
conseguía que al menos me quitase un poco. Aún así, raro era el fin de semana
en el que no me empachaba.
La cena
procuraba hacerla “ligera”. Nada de embutidos, pan o grasas, mejor fruta o como
mucho y vaso de leche con un par de galletas (de las mismas que cada mañana
tiraba a la papelera).
Como buena
controladora, llevaba una libreta donde anotaba cada uno de los alimentos que
comía y siempre calculaba al lado las calorías que había ingerido. Un buen
método para no pasarse ni un pelo. Aquellos días en los que las calorías
superaban las 500 era un “día de castigo”, es decir, aquel día había que
ingerir lo mínimo posible, o mejor dicho, sólo a lo que te veías obligada por
las circunstancias.
Nunca practiqué
el vómito. Me parecía un método sucio y poco legal. Si se trataba de perder
peso había que hacerlo a través de una “dieta”, pero nunca inflándose a comer
para tirarlo después. Creo que en el fondo, lo que mi cabeza razonaba por aquel
entonces era que, a poco rato que el alimento estuviese en mi cuerpo, seguro
que dejaba grasas y calorías de esas que sobraban de todo lo que comía. Yo
prefería no comer, era más limpio, más “sano” y sobre todo, más silencioso.
Comencé a perder
peso, pero yo sólo lo notaba en la ropa. Veía que me quedaba más holgada, pero
cuando me miraba al espejo….. Veía a la misma de siempre L
Era invierno,
por lo que no se notaba mucho la diferencia. Además poco a poco me fui
adaptando y haciendo ver en casa que mis hábitos alimenticios habían cambiado,
por lo que era más fácil comer cosas más ligeras o incluso menos cantidad.
En el colegio
“comía” todos los días de lunes a viernes y los viernes terminábamos la semana
justo después de comer, así que yo, directamente, los viernes, me iba sin pasar
siquiera por el comedor.
Cuando acababa
la evaluación, la entrega de las notas nos la hacían un viernes en el comedor,
así que yo normalmente, no las recogía hasta el lunes. Al tutor le decía que
prefería comer en casa, y en casa decía que ya había comido en el colegio ¡¡qué
fácil!! ¿verdad?
El problema lo
tuve el día que a mis padres les tocó ir a hablar con el tutor. Hablaron de
cómo iba en clase, de las notas, del comportamiento, etc. Y no había ningún
problema sino todo lo contrario, era de las mejores en clase a todos los
niveles, pero hablando, hablando, salió el tema de la comida de los viernes…..
Me descubrieron y además no me dijeron nada para observarme lo que hacía L
Pocos días
después, Ibai, mi hermano, encontró mi libreta, esa en la que yo anotaba lo que
había comido……. Intenté hacer creer que eran sólo anotaciones aleatorias de
comidas y que nada tenían que ver con lo que comía cada día (aunque cada hoja
llevase una fecha en la cabecera ¡¡qué pardilla!!). Reprendí a Ibai por haber mostrado su hallazgo
y él lloraba mientras decía; “Es que yo no quiero que tú te mueras. Y si no
comes te morirás”….. Pobrecillo…..
Desde entonces,
cuando me levantaba por las mañanas siempre había alguien conmigo o pululando
junto a mi. En el colegio, el tutor observaba siempre si comía o no y por las
noches siempre tenía que cenar lo mismo que todos. Creía que sospechaban algo,
pero no que lo sabían, así que no le daba demasiada importancia, pero al final
la situación se fue haciendo insostenible y todo saltó:
Sabían lo que
había estado haciendo y por eso tomaron medidas. Yo por el contrario, estaba
completamente frustrada y cegada por mi misión: tenía que adelgazar y con ese
plan no lo conseguiría. Tuve varias discusiones con mi ama en las que ella quería
hacerme razonar y explicarme que podía comer sano y ligero, pero que no podía
dejar de comer. Yo no lo entendía. Para mi, cualquier alimento que no fuese
fruta o verdura era una bomba de calorías que yo no me podía permitir, así que
al escuchar de la boca de mi ama frases como: “Tienes que comer lentejas que
tienen mucho hierro”, lo único que mi cabeza procesaba era “KILOS” y le decía
cosas como “Tú lo que quieres es verme gorda como una vaca” o “Tú no me quieres”.
Frases muy crueles que se hubiesen merecido un buen sopapo para espabilarme,…
Pero incluso ahí tuvieron paciencia conmigo.
Llegaba ya la
primavera y con ella, el cambio de vestuario. Durante el invierno había pasado
mucho frío (supongo que debido a la no alimentación), por lo que siempre llevaba
varios jerséis. Una de las veces que mi ama me vio sin tanta ropa mientras me
probaba un pantalón de verano, se quedó asustada y rápidamente vino hacia mi. Ese
es uno de los momentos que más tengo grabado en mi recuerdo:
-
¿Pero
has visto cómo te queda la ropa? Parece que la hayas heredado
-
Me
queda fatal ¿verdad? Es que estoy gorda……….
De verdad que
cuando yo miraba aquel espejo, lo que veía era que estaba gorda. Aquel conjunto
marinero me sobraba por todas partes y yo lo único que veía en el reflejo era a
“la ballena azul”.
Tengo grabada la
imagen de lo que yo veía y afortunadamente, tengo fotos de lo que de verdad
era,….. ¿Cómo puede la mente engañarnos así? ¿No es curioso que nosotros mismos
seamos capaces de dañarnos a través de nuestra propia mente?
La evidencia no
daba lugar a equívocos, la báscula no deja que eso pase: habían pasado 3 meses
y yo pesaba apenas 55 kgs……..
Me obligaron a
realizarme analítica completa para ver cómo estaba y en lo que el desfase
cometido me había afectado…… Como muchas otras veces, por lo que estoy dándome
cuenta al escribir, tuve mucha suerte y lo único que tenía era un poco de
anemia, lo mínimo después de las burradas cometidas.
La sociedad es
cruel, y con mi “nuevo aspecto” todos me decían lo guapa que estaba y lo bien
que me había venido perder peso. A mi todo aquello me hacía mucha ilusión, pero
hoy, desde donde estoy, sé que no era feliz. La gente me aceptaba mejor, pero
yo me seguía viendo igual,…… La que me rechazaba era yo, y de poco servían los
halagos de los demás.
No mucho antes
había pasado por una situación bastante dura en la que me había quedado sola,
sin nadie con quien salir a divertirme y todo, por no querer beber alcohol y
fumar. Completamente rechazada, primero por sosa y después por gorda,….. Pero sé
que en el fondo de todo, el problema lo tenía yo conmigo.
Hay que aprender
a valorarse por lo que uno es, no por lo que le gustaría, o por lo que quiere
hacer ver a los demás que es. Si no estás conforme contigo, analízate, compréndete
y evoluciona. Sólo de ti depende el crecimiento espiritual. Yo entonces no lo
sabía ni lo entendía, pero hoy por hoy, creo que tengo completamente superado todo
eso.
O casi todo, reconozco
que tras estos sucesos mi estómago es mucho más sensible a ciertos alimentos,
sobre todo las grasas y los especiados. Si como de este tipo de cosas mi acidez
de estómago es tal que parece que vaya a sacar fuego por la boca como los
dragones de los cuentos de princesas ;)
jejejejeje
Esa fue la época
en la que dejé de comer ciertos alimentos como el chocolate, el chorizo, las
aceitunas, la pipas….. Primero fue por la cantidad de calorías que una pequeña
cantidad contenía (no compensaba para lo poco que llenaban), pero finalmente,
tras mi “deterioro” estomacal, observé que son alimentos que no me sientan nada
bien y que además no extraño en absoluto en mi día a día.
En fin, esta
pequeña locura duró en total unos 6 meses y creo que tuvo un final mucho más
suave de lo que podía haber sido. Por eso, desde ese momento, tengo muy en
cuenta este tipo de trastornos. Sé lo que se siente, lo que se vive e incluso
lo que se ve cuando uno está inmerso en un problema de estos y sé también que
es muy difícil salir solo. ¡¡Menos mal que cuando de verdad lo necesito,
siempre cuento con un apoyo!!
Como he dicho
otras veces, de los errores se aprende, y yo sé que esto no solo no me volverá
a pasar, sino que además, si le ocurre a alguien de mi entorno, sabré verlo y
ayudarle J Esta es una de las veces
en la que la experiencia es un grado J
Hacia tiempo que no te leia, ya he conseguido ponerme al dia!
ResponderEliminarbien!!
esto engancha cada vez más, gracias de nuevo por compartir...
Me alegro de que sigas disfrutando con mis historias.
EliminarMuchas gracias. Bss