domingo, 22 de enero de 2012

AGOSTO



El mes de agosto estaba ya comenzando y aunque me tocaba trabajar durante todo el mes hasta septiembre que tendría vacaciones, me sentía muy bien conmigo misma y llena de energía para afrontar lo que me quedaba hasta mi merecido descanso.
Llevaba un mes de mi nueva “relación” con Joseba y finalmente habíamos decidido quedar y pasar un día juntos. Como necesitábamos estar tranquilos y sin miedo a encontrarnos miradas ajenas, aprovechando que eran las fiestas de Vitoria, nos fuimos allí a pasar el día.

Aprovechamos a tope el día; paseo, poteo, bokata, mercadillo,…. Recorrimos toda la zona de fiestas un par de veces mientras no parábamos de hablar y reír.

En una de nuestras conversaciones telefónicas, Joseba me había dicho que había días que no sonreía y otros en los que le costaba muchísimo… Eso no podía ser, después de los 21 días y la facilidad que tenía para hacerlo cuando nos veíamos, no podía consentir que ahora no lo hiciese.  Otra de sus manías era decir que no usaba los espejos. Decía que lo que veía en ellos no le gustaba y por eso era mejor que no los usase. Así que para cambiar la mentalidad de manera radical, le preparé una sorpresa.

Eran más o menos las 2 del mediodía cuando entramos en uno de los bares del casco viejo de Vitoria. Habíamos entrado ya en unos cuantos, pero estaban muy llenos, así que tomábamos el pote y nos íbamos. En este que acabábamos de entrar, al fondo había unas mesas libres con unos bancos donde poder sentarse, así que le pedí que fuésemos al fondo a sentarnos un poco. Nos sentamos en el banco de una manera poco ortodoxa; uno frente al otro como si el banco fuese un caballito, pero era la forma de poder ver bien su cara cuando le diese lo que tenía preparado. Abrí mi bolso y saqué la sorpresa envuelta en papel de regalo. Joseba se quedó sorprendido de que tuviese algo para él, pero como un niño en la mañana siguiente a que les visite el Olentzero, abrió aquel paquete y sacó lo que había dentro: un pequeño espejo con un sol por la parte exterior, por aquello de que soy “el sol que ilumina sus días” y al abrirlo se podía leer “Sonríe TONTITO <;)>”.



Sabía que le gustaría, pero sobre todo, sabía que le haría sonreír, que era mi propósito. Lo que no me esperaba es que nada más verlo, me cogiese la cara con sus manos y me diese uno de esos besazos que hacía tiempo no nos habíamos dado. Creo que en ese momento, mis expectativas del momento fueron superadas con creces, jejejeejejejejejejeje…….

A media tarde ya lo habíamos recorrido todo un par de veces, hasta varias horas después no había mucho más que hacer y en vista del calor que hacía, decidimos ir a algún otro sitio donde estar más tranquilos y poder disfrutar del soleado día, así que nos fuimos a la zona del pantano.

Echamos una lona en la hierba y nos tumbamos los dos juntos. Joseba, siempre tan preparado, llevaba una mochila con dos bañadores, ambos de chico, pero me ofreció uno de ellos para poder quitarme los leggins que tanto calor me estaban dando. Mientras él se estaba poniendo el otro bañador, me di cuenta que el conjunto de ropa interior que llevaba ese día era tan bonito que no desmerecía en absoluto a un bikini, por lo que me quité la ropa y me quedé monísima con mi conjunto. Cerré los ojos mientras escuchaba la música que teníamos y me dispuse a relajarme bajo la influencia de mi apreciado sol.

El momento era inigualable; música, sol, buena compañía y una conversación fluida a la vez que divertida. Tras un rato me di la vuelta y me puse boca abajo. Cerré los ojos y me sumergí en el momento. El relax y la paz que sentía era maravilloso, incluso el vuelco que sentí en mi interior cuando Joseba comenzó a acariciarme la espalda, también resultaba relajante y por supuesto, maravilloso. Continúo acariciándome, suave pero constante. Cada vez sus movimientos eran más largos, aunque igual de delicados, por lo que cada vez llegaba a nuevas zonas donde acariciar. Aquello comenzaba a no ser tan relajante, a pesar de seguir siendo un momento genial. Finalmente, me dio la vuelta y nos fundimos en un apasionado beso mientras nos abrazábamos con fuerza. La tarde se alargo hasta bien entrada la noche (o más bien la madrugada), por lo que las cosas volvían a parecerse mucho a otras veces. En ese momento volvimos a abrir la puerta de nuestros sentimientos y todo aquello que durante meses habíamos mantenido encerrado, volvió a salir a la superficie sin ganas de volver a esconderse.

Durante las semanas que siguieron chatear, hablar por teléfono y vernos aunque sólo fuese un ratito, se fueron convirtiendo en hábitos y como siempre, nunca teníamos suficiente tiempo. Incluso un día fuimos juntos a la playa y toda una mañana nos pareció un suspiro, pero de nuevo compartíamos cosas nuevas.

A finales de mes comenzaba algo esperadísimo por mi: Bilboko Aste Nagusia. Hacía unos 10 años que no había podido disfrutar de mis fiestas favoritas y este año era el momento. También en las mismas fechas Joseba se iba de viaje, así que mis únicos planes consistían en fiesta y celebrar que ya llevaba un año en Bilbao tras mi vuelta.

Creo que no voy a olvidar nunca esa Aste Nagusia. Baile, reí, ligué,… Incluso trabajé, jejejejeje…. Y aunque siempre hay algún momento malo, me niego a recordar esos 9 días por aquellas cosas. Txoznas, amigos, nuevas incorporaciones a la cuadrilla, fuegos artificiales, concierto de Melendi,…. Esas cosas son las que mi memoria tendrá siempre guardadas en el recuerdo de Aste Nagusia 2011. Eso, y que desde el otro lado del charco Joseba me buscaba cada vez que se podía conectar para ponerme al día de sus actividades deportivas.

Había ido a una competición deportiva en la que aparentemente no tenía mucha fe. Yo no paraba de animarle y decirle que yo no tenía ninguna duda de que lo iba a lograr, y no sólo terminarlo, sino que estaba segura de que lograría medalla.
Cuando me comentó que se presentaría a otra prueba también lo tuve claro; sabía que conseguiría 2 segundos puestos, uno en cada prueba, así que más o menos a la hora que las pruebas habían acabado, entré en su Facebook, le di la enhorabuena,…… Y acerté. Quizá por eso, cuando regresó, nada más pisar Bilbao, lo primero que hizo antes de ir a casa fue venir a verme, abrazarme, besarme y enseñarme sus medallas.
De ese momento del nuevo reencuentro me quedo con la frase que me dijo cuando llegó la hora de irme a trabajar; "Vete cuanto antes que yo no puedo, enganchas más que una zarza", jejejejejejejejejejeje......


1 comentario: