lunes, 23 de enero de 2012

¿Y AHORA QUÉ?


A mediados de este mes de enero decidí quedarme todo el fin de semana en casa; tenía cosas que hacer y además tenía la cabeza un poco revolucionada. La verdad es que el fin de semana me sentó muy bien, tanto para descansar, como para poder poner mis ideas en orden. Llevaba varios días dándole vueltas a mi relación con Joseba, pero era como pensar con la cabeza por un lado y con el corazón por el otro. Estos dos a su vez estaban divididos en al menos 2 visiones opuestas….. ¡¡Necesitaba una desfragmentación de disco lo antes posible!!
Con el paso de las primeras semanas del mes me di cuenta que las veces que habíamos quedado para vernos (ratitos cortos de unas 2 horas) había sido propuesto por mi. ¿Será que él no tiene interés en quedar y sólo accede cuando yo se lo propongo por aquello de quedar bien?
Esta duda generó un torbellino de ideas y conclusiones que me hicieron ver la infinidad de vertientes que toda esta historia puede generar:
Tenemos una relación maravillosa, llena de complicidad, ternura y buenos momentos, pero eso sólo sucede con asiduidad durante los periodos que Joseba está solo. Ahora de nuevo estaba “acompañado” y ya no se acordaba de mi excepto el día de trabajo. Sé que estoy en un segundo plano en su vida y así lo he aceptado, pero creo que también me he ganado un hueco un poco más grande que el que se me estaba ofreciendo. Entiendo que cuando está solo todo su tiempo libre es para mi y después ya no, pero de ahí a no disponer de ningún instante……
Los ratos que nos hemos visto ha sido siempre aprovechando su día de trabajo; un par de horas fugaces a la hora del desayuno justo antes de comenzar mi jornada laboral, un par de horas de visita inesperada en mi puesto de trabajo, un par de horas aprovechando mi tiempo para la comida, etc. Quizá no sea tan fácil vernos pero ¿por qué sólo estamos en contacto el día que él trabaja? ¿Nunca puede buscar un hueco para dedicármelo?
El planteamiento que analizaba una y otra vez no me gustaba nada: Si yo no lo proponía no nos veíamos, si yo no escribía no recibía nada, si no trasnochaba no hablábamos,…Es decir, era una tonta persiguiendo un imposible que corría más que yo. ¿Valía la pena seguir insistiendo? No quería ser una imbécil a la que hacen caso por pura lástima y consideré que antes de llegar a ese extremo, lo mejor era retirarme de su horizonte pero…… ¿Así de fácil iba a resultar todo? ¿Ni siquiera vas a pedir una decisión por su parte?
El hecho de tener mucho tiempo, varias informaciones desde diferentes visiones y una máquina de análisis a pleno rendimiento, hace que saques incluso conclusiones que unos meses antes ni se te hubiesen ocurrido a pesar de contar con la misma información:
“¿Será que ahora es a mi a quien le dice que no tiene tiempo y con la que queda en sus ratos libres es con Laura?”
“¿Será que al igual que me contó que a Laura le va dejando espacio para que se aleje poco a poco, me está haciendo a mi lo mismo?”
“¿Será que tras ver lo mal que lo pasé en la ruptura del mes de mayo no quiere volver a decirme algo así para no verme de nuevo así y espera que sea yo la que tome la decisión de alejarme?”
Todas estas y miles de conclusiones más eran las que mi cabeza iba generando a cada instante y a pesar de que todas me encajaban, no sabía muy bien cual podía ser la correcta, ¿o eran todas?
A ratos me sentía idiota por estar perdiendo el tiempo en analizar situaciones con una persona que ni siquiera se acordaba que existía y que posiblemente ni se había planteado la mitad de todas estas dudas. El domingo por la tarde fue quizá el peor momento. No por malo, si no por la intensidad de las dudas, conclusiones y razonamientos a los que llegaba: Estaba segura de que Joseba no había invertido ni un minuto en pensar en mi, y mucho menos en extrañarme. Yo llevaba todo el fin de semana intentando poner de acuerdo a mi cabeza y a mi corazón pero no se dejaban y él seguro que se había pasado el tiempo con su chica disfrutando de su compañía y quehaceres habituales. Dejé de sentirme idiota y comencé a sentirme un poco desilusionada, un poco desinteresada,… o más concretamente, DESMOTIVADA.
Toda esta historia comenzaba a resultarme absurda, estúpida, falsa,..... ¿Qué sentido tenía insistir en algo que nunca va a cambiar? ¿Cuál era exactamente mi objetivo en todo esto? ¿Debía seguir por el mismo camino teniendo en cuenta que lo que pasaba una y otra vez comenzaba a ser un bucle?
Me di cuenta que me había ido dejando llevar y que simplemente dejaba que las cosas fuesen sucediendo y me había acomodado de tal manera que había obviado la falta de destino por mi parte, es decir, le daba vueltas a un tema con afán de solucionarlo sin darme cuenta de que no había ningún objetivo por lograr. ¿Cómo se puede llegar a un lugar que no sabes cuál es?
Decidí que debíamos hablar y sin tardar mucho, ya que no quería sentirme durante más tiempo así, por lo que se lo comenté en cuanto pude para no demorarlo más. Cuando se lo comenté me dijo que él también había estado dándole vueltas a todo y que le parecía apropiado que lo hablásemos, pero que como nos iba a llevar bastante tiempo debería ser en fin de semana. Yo no podía ni miércoles, ni jueves, ni viernes, por lo que su disponibilidad para sábado o domingo me cuadraba perfectamente. Cuando se fue me dijo; "Tendrás noticias mías"., pero el fin de semana pasó y no tuve comunicación por su parte.

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